lunes, 15 de abril de 2024

El alineamiento con la OTAN, otra sobreactuación de Milei. Entrevista a Leandro Morgenfeld

 

milei petri otan

 

El alineamiento con la OTAN, otra sobreactuación de Milei

Horas antes de que drones y misiles iraníes llovieran sobre Israel, el ministro Luis Petri anunció el viaje a Bruselas para solicitar la inclusión de Argentina en la OTAN. “Nada bueno podemos esperar y sí consecuencias perjudiciales”, sostiene el especialista Leandro Morgenfeld.

Redacción Canal Abierto | Antes de los eventos de las últimas horas, con la escalada bélica entre Irán e Israel, el ministro de Defensa, Luis Petri, anunció que viajaría esta semana a Bruselas, Bélgica, para solicitar la inclusión de la Argentina como “socio global” de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).

La alianza militar reúne a 30 naciones europeas, más los Estados Unidos y Canadá, y constituye un sistema de defensa, surgido en 1949 en plena guerra fría con la Unión Soviética, por el cual los estados integrantes acuerdan defender a cualquiera de sus miembros ante un ataque externo. 

Argentina, desde 1997, el momento de las ‘relaciones carnales’ de Menem, es aliada extra OTAN. Ese anuncio se hizo en el marco de la segunda visita de Clinton al país -el 16 de octubre de ese año. Página/12 tituló su tapa de ese día: “Llegó papá”-. Ahora, el planteo es subir de nivel como ‘socio global’ de la OTAN. El único país de la región en esa condición es Colombia, que hasta el triunfo de Petro era una suerte de correa de transmisión de la política exterior de Estados Unidos en la región; allí tiene varias bases militares, aplicó el Plan Colombia y una política de fuerte militarización”, explica a Canal Abierto Leandro Morgenfeld, historiador e investigador del Conicet.

BLINKEN, MILEI, POSSE Y FRANCOS, EN EL BALCÓN DE LA CASA ROSADA (FOTO: NA)

El gobierno de Milei sostiene una política de alineamiento absoluto con Estados Unidos e Israel. “Esto se tradujo en la salida de los BRICS, en la cancelación de la compra prevista de aviones chinos y, en su reemplazo, la compra a Dinamarca de aviones usados de combate norteamericanos. Se manifiesta también en la política de ataque a los gobiernos latinoamericanos no alineados con Washington, de hostilidad con Lula, hostilidad con el gobierno chino, votaciones en la ONU a favor de los Estados Unidos. Por otro lado, el gobierno de Milei recibió a todos los funcionarios de los tres poderes de Estados Unidos que visitaron el país”. A saber: el director de la CIA, William Burns, se reunió con el jefe de Gabinete Nicolás Posse en marzo en la Casa Rosada; la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, fue agasajada babosamente por el propio presidente y parte del gabinete; el secretario de Estado Antony Blinken, también fue baboseado por el padre de los perritos, que lo sacó a pasear por el balcón de la Rosada el 23 de febrero pasado. Si tenés un carguito en Washington, pasá por Balcarce 50 que serás recibido afectuosamente.

EL PAPÁ DE CONAN Y LA GENERALA RICHARDSON EN TIERRA DEL FUEGO.

-Yo creo que no hay ninguna consecuencia favorable. Estamos en un proceso de transición hegemónica global donde Estados Unidos va declinando como potencia económica y va perdiendo fuerza en desarrollo tecnológico frente a China y otros actores. Entonces, refuerza el músculo militar y la OTAN es el brazo armado del imperio. Este alineamiento nos obliga a involucrarnos en conflictos externos, conflictos sobre todo europeos, en los que Argentina no tiene capacidad militar para involucrarse debido a las enormes vulnerabilidades que tiene en materia de defensa.

Nada bueno podemos esperar de eso y sí consecuencias muy perjudiciales. Ellos van a decir que lo bueno es que pasar a ser socio global de la OTAN te permite acceder a la posibilidad de comprar determinado armamento y eso lo van a hacer para que compremos armamento europeo y americano y no los de origen chino o ruso, por ejemplo. Entonces, se nos condiciona en esas compras, aunque ellos lo presenten como una ampliación de nuestra posibilidad de acceder a insumos militares.

Además, lesiona nuestras posibilidades de juntarnos con el resto del mundo, con otros bloques de países como el G77+China (grupo de naciones del sur global, actualmente reúne a 134 países, más Beijing pero no como miembro pleno), en la ONU, en los organismos regionales, el grupo BRICS, que nos permitirían tener mejores condiciones para el reclamo soberano sobre Malvinas, por ejemplo. Justamente, el Reino Unido es el segundo socio en importancia de la OTAN, después de Estados Unidos, y tiene una base militar en nuestras islas del Atlántico Sur ocupadas.

En síntesis, creo que sería peligrosísimo y constituiría un enorme retroceso para la Argentina.

-Para que esto avance tendrá que haber una negociación extensa. Por otro lado, pasar a ser socios globales de la OTAN requiere de aprobación parlamentaria, y supongo que habrá una fuerte discusión en este sentido.

Según fuentes del Ministerio de Defensa, citadas por La Política Online, esta semana se va a presentar la carta de intención para ingresar como socio global de la organización. El paso previo a eso es el de aspirante y la Argentina deberá iniciar el proceso del Plan de Acción Individual de Asociación (IPAP).

La política exterior de Milei, en particular la sumisión frente a Estados Unidos y el alineamiento con Israel, se da justamente en un momento en que, en todo el mundo, está siendo señalado el genocidio que se lleva adelante sobre el pueblo palestino. El Consejo de Seguridad de la ONU le exigió a Israel un alto el fuego, que permita llegar ayuda humanitaria y que termine este proceso que provocó en Palestina la muerte de más de 30.000 personas, de más de 10.000 niños y una situación agobiante para dos millones de personas hacinadas en la Franja de Gaza. En este momento, en Estados Unidos hay enormes protestas de las comunidades judías de distintas ciudades y del pueblo en general y el gobierno de Biden tuvo que cambiar su posición, aunque sea parcialmente. Lo mismo en distintos países europeos y de todo el mundo. 

En este momento, Milei sobreactúa un alineamiento con Israel. Mientras que Benjamín Netanyahu está siendo fuertísimamente criticado al interior de Israel por el propio pueblo israelí, con enormes movilizaciones en su contra, en ese momento, Milei dice que Netanyahu no cometió ningún exceso y encima anuncia que va a trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén contra lo que indica Naciones Unidas.

En ese contexto -esta charla se produjo antes del frustrado ataque de Irán en respuesta al atentado israelí en la embajada iraní en Siria-, Milei ubica ahí a la Argentina. Eso nos puede poner como blanco del conflicto de Medio Oriente. 

Por otra parte, un sector del partido judicial aprovecha para volver a meter el tema de la AMIA. No para investigar las responsabilidades del atentado, no para encontrar los culpables, sino para involucrar al estado de Irán y que esto sea utilizado desde el punto de vista geopolítico por Estados Unidos e Israel.

lunes, 8 de abril de 2024

Argentina y Estados Unidos, las nuevas relaciones carnales. Entrevista a Leandro Morgenfeld

 


Argentina y Estados Unidos, las nuevas relaciones carnales. Entrevista a Leandro Morgenfeld.

Lunes 8 de abril de 2024, 23hs, por el Canal de Youtube de Pablo Borda

La política internacional de Milei


 FMI, Fuimos Muy Ingenues, Radio FM La Tribu, 6 de abril de 2024

Entrevista a Leandro Morgenfeld (Investigador del Conicet e historiador) sobre la política internacional de Milei y las implicancias del anuncio de la construcción de una base militar conjunta con EEUU.  

Lo podés escuchar acá

 

 

 

 

viernes, 5 de abril de 2024

“El gobierno de Milei es muy funcional a los intereses geopolíticos de Estados Unidos”

 


Leandro Morgenfeld: “El gobierno de Milei es muy funcional a los intereses geopolíticos de Estados Unidos”

Qué quiere en la Argentina Laura Richardson, la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos. China y Rusia, los grandes enemigos de Washington. La lectura del mundo que hace Milei.

“El Presidente no entiende que hay actualmente un proceso de transición geopolítica a nivel global. Que hoy el eje del mundo está en Asia- Pacífico. Con epicentro en China, pero no solamente allí”, dice el historiador y profesor de la UBA Leandro Morgenfeld para cuestionar el alineamiento del presidente Javier Milei con los Estados Unidos.

– La Jefa del Comando Sur de EE.UU. Laura Richardson llegó a la Argentina y se reunió con el Presidente y con buena parte del gabinete ¿Cuál es el motivo de la visita?

– En múltiples entrevistas dijo que tienen una confrontación con países extra hemisféricos. Es una actualización de la Doctrina Monroe. Dice que la región tiene recursos estratégicos: el petróleo, el gas, el litio, las tierras raras, el agua, etcétera. Y que esos recursos tienen que cuidarlos para ellos. La penetración del Comando Sur de Estados Unidos en todos los países de la región está siendo muy fuerte. Resistida en aquellos países que son gobernados por la izquierda, progresistas, nacional populares, donde le ponen límites. En cambio el gobierno argentino es muy funcional. 

– ¿Su llegada a la Argentina debe ser leída como señal que se busca enviar a China?

– Más que una señal a China, es Estados Unidos avanzando todo lo posible y dificultando al máximo los vínculos de la región con China. Claramente su visita, al igual que lo hace al resto de los países de la región, tiene que ver con la confrontación con China. Ella trabaja sin descanso contra los dos enemigos estratégicos en la región que son China y Rusia. Y eso tiene múltiples dimensiones.

– ¿Y en el caso puntual de esta visita?

– Tiene que ver con tres cosas. Seguir presionando como lo hicieron en toda la historia, pero con el actual gobierno de Milei le es mucho más fácil, por la compra de equipamiento militar norteamericano, con entrenamiento de tropas argentinas. Es decir, acuerdos de asociación militar de distintos órdenes. De hecho, anunciaron esta semana que iba a venir porta aviones americano George Washington.

– ¿El segundo tema cuál es?

– Es el de la Base de Observación Meteorológica China. Donde ellos dicen que hay una base de observación que también puede ser de uso militar. Cosa que ya fue aclarado en el proyecto original durante el gobierno de Cristina Kirchner y luego en una adenda durante la gestión de Susana Malcorra en la Cancillería: lo militar está inhabilitado allí. Pero vienen presionando contra la presencia de esa base científica china en Neuquén.

– ¿Y la última?

– Tratar de impedir que se concrete la construcción de un puerto de aguas profundas en Tierra del Fuego por parte de China. El puerto más austral del mundo, en un lugar estratégico por la comunicación interoceánica. La otra es el canal de Panamá donde Estados Unidos históricamente tuvo presencia. Paradójicamente hoy Panamá tiene muchos acuerdos con China y ahí hay un cambio geopolítico

– El Atlántico Sur es muy importante para las potencias mundiales.

– Por eso es tan estratégico para Estados Unidos que, a través de su aliado y socio el Reino Unido, estén ampliando la presencia en nuestras Malvinas ocupadas. Incluso la presencia militar y la explotación de recursos pesqueros e hidrocarburíferos. Pero también en base a esa usurpación territorial de la Argentina avanzar en la demanda de la Antártida. Por eso quieren bloquear la presencia China en todos los órdenes. 

– ¿Qué otros acuerdos con China buscan bloquear?

– También lo hicieron en los últimos años imposibilitando que se abriera la licitación el 5G y que pueda participar China, que tiene mayor desarrollo tecnológico. Esta presión económica, militar y política de Estados Unidos utiliza estos mecanismos para tratar de frenar el avance de China, que es una economía con mayor productividad, que tiene más para ofrecer en términos comerciales e incluso en términos de préstamos e inversiones. 

– El Presidente hace público su fuerte alineamiento con los Estados Unidos e Israel. ¿A nivel geopolítico, qué implica esta situación?

– Hay un claro realineamiento de la política exterior con Estados Unidos. Es como una reedición de las relaciones carnales de los años noventa que tuvo Menem con Estados Unidos. Hoy están profundizadas y el presidente Milei y la canciller Mondino no leen los cambios en el contexto geopolítico a nivel global.

– ¿Por qué?

– Al principio de la pos Guerra Fría, Estados Unidos era claramente el hegemón. Incluso hay quienes hablan de un momento unipolar, que, si bien esto no era así, Estados Unidos tenía una hegemonía muy marcada en los noventas.

– ¿Y actualmente?

– Milei no entiende que hay actualmente un proceso de transición geopolítica a nivel global. Que hoy el eje del mundo está en Asia- Pacífico. Con epicentro en China, pero no solamente allí, porque están los BRICS, Rusia, India, Turquía, etc. Incluso Arabia Saudita que ingresó a ese selecto club del cual el presidente decidió salir. Milei está con una mirada más propia de la Guerra Fría, planteando una inserción internacional acrítica con EE.UU. 

– ¿A dónde lleva esta situación?

– Lleva a entregar todo a cambio de nada. Entregarse a las corporaciones estadounidenss, alinearse con el Departamento de Estado en las votaciones en Naciones Unidas. Abandonar a la región dándole la espalda a organismo como la UNASUR, la CELAC o el propio MERCOSUR. A ellos se suma ceder en la reivindicación soberana en las Islas Malvinas, es decir, ceder frente al Reino Unido de la Gran Bretaña es hacerlo ante el eje Estados Unidos- Europa. Con lo cual perdemos condiciones en organismos regionales y multilaterales para reclamar por las Malvinas.

– ¿Cómo evaluás la salida de BRICS?

– Debilita la posición de la Argentina. Había ingresado al bloque por decisión de Lula a fines del año pasado. Nuestro país había sido invitado, junto a otros cinco países, a ingresar a BRICS, así como está en el G20. En un lugar donde están queriendo ingresar treinta países, Argentina fue invitada y se va dando un portazo. Además, con las declaraciones recurrentes contra los gobiernos de Brasil y de China, que son los 2 principales socios comerciales de la Argentina. Todo esto pone en riesgo la inserción económica internacional y se alinea con Estados Unidos para destruir a los gobiernos que no están alineados. Por eso se pelea con Petro de Colombia o con Andrés Manuel López Obrador de México. El gobierno de Milei es muy funcional a los intereses geopolíticos de Estados Unidos.   

 – ¿Está alineado con los Estados Unidos o con Trump?

– Claramente hay una afinidad con Trump. De hecho, lo manifestaron ambos explícitamente. Se fue a la Convención ultra conservadora, donde Trump era la estrella, a sacarse la foto con él y mostrar ese alineamiento. Como lo dijo en el reportaje con CNN, Milei está alineado con Estados Unidos. Por eso vemos el desfile de funcionarios del gobierno de Biden: la presencia de la Jefa del Comando Sur ahora, el Jefe de la CIA hace pocos días. Dentro de ese alineamiento con Estados Unidos hay una preferencia demasiado explicita con Trump, lo cual puede traer problemas.

– Pero Trump tiene un discurso muy diferente al que presenta Milei.

– Sí, es muy curioso. Frente al globalismo que expresa más Biden, Trump tiene un discurso de nacionalismo económico, de reindustrialización y de proteccionismo. Todo esto es lo contrario de lo que plantea Milei en la política interna de la Argentina. Pero en esta guerra contra los que ellos llaman ´el marxismo cultural´ si hay un alineamiento con las políticas de Trump y con los sectores de ultra derecha a nivel global.

– El gobierno habilitó la instalación del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EEUU en la Hidrovía. ¿Qué implicancias traerá?

– Recordemos que las formas clásicas de intervención, incluso militar, de Estados Unidos en toda la región no son ya las de los primeros años del Siglo XX, donde desembarcaban con marines en una invasión militar clásica. Hoy los mecanismos de intervención son a través de ayudas humanitarias, de colaboración contra peligros de nuevo tipo como el terrorismo o el narcotráfico. Con las supuestas bases de ayuda humanitaria, las fuerzas armadas de Estados Unidos buscan nuevos mecanismos de intervención. Poner un pie en la Hidrovía, que es clave para el comercio del MERCOSUR, es un elemento muy estratégico para los intereses de Estados Unidos. Ceder soberanía aquí es algo muy preocupante y muy lesivo para la Argentina.

lunes, 1 de abril de 2024

América Latina en la encrucijada global





LEANDRO MORGENFELD (Jacobin Latinoamérica, 01/04/2024)


América Latina en la encrucijada global, el último libro del economista argentino Claudio Katz, examina la región a la luz de los cambios geopolíticos de los últimos años procurando desentrañar los desafíos que enfrentan las fuerzas sociales y políticas que luchan para superar la dependencia.


El artículo a continuación es una reseña de América Latina en la encrucijada global, de Claudio Katz (Batalla de ideas, 2024).
 

América Latina en la encrucijada global, el último libro del economista argentino Claudio Katz, retoma sus investigaciones de las últimas tres décadas sobre los cambios geopolíticos en curso. Si bien puede leerse junto a otra de sus obras más recientes, La crisis del sistema imperial (Jacobin, 2023), en este caso el foco está puesto específicamente en el lugar de América Latina, sus procesos en curso y los desafíos que enfrentan las fuerzas sociales y políticas que luchan para superar la dependencia.
Como es habitual en la extensa obra del autor, que incluye varios trabajos previos sobre la región, América Latina en la encrucijada global presenta un mapa completo de la situación general —incluyendo el pormenorizado análisis de la situación en algunos países—, abordando situaciones estructurales, debates políticos, teóricos y conceptuales, y proyectos en pugna, con una prosa ágil, de combate, y sin rehuir a las discusiones que atraviesan a las organizaciones populares, de izquierda, progresistas y revolucionarias.

En la primera de las cinco partes del libro, Katz comienza analizando la historia y actualidad de la doctrina Monroe, que moldeó la política de Estados Unidos hacia América Latina para transformarla de colonia europea a principios del siglo XIX en su «patio trasero», es decir, en su exclusiva área de influencia. En el segundo capítulo desarrolla los desafíos que enfrenta Estados Unidos en el siglo XXI, cuando la presencia económica china se volvió insoslayable en la región, circunstancia que obliga al otrora hegemón a incrementar sus presiones políticas, diplomáticas y militares para hacer frente a China, primer o segundo socio comercial de la mayoría de los países latinoamericanos y prestamista e inversor que está desplazando a la potencia del norte:

"No afronta un desafío revolucionario desde abajo (como en las décadas de 1960 y 1970), ni una competencia geopolítica (equivalente a la guerra fría). Tampoco puede replegarse como los imperios decadentes frente a la descolonización africana. Debe lidiar en el terreno de la competencia económica y recurre a presiones militares que no logran su cometido. Las singularidades del rival chino explican ese atolladero estadounidense".

En el tercer y último capítulo de esta sección el autor desarrolla las multiplicidades de China en América Latina, incluyendo la cuidada estrategia plasmada en los dos libros blancos (2008 y 2016) y en la «astucia geopolítica» que implementó una enorme avanzada económica pero sin el sostén militar clásico del imperialismo estadounidense. De todas formas, Katz sostiene que este vínculo es en desmedro de América Latina. Rehúye los análisis maniqueos. Ni es correcto equipar Estados Unidos con China, ni tampoco edulcorar la relación con el gigante asiático, en tanto genera una reprimarización de las economías y no logra solucionar los problemas de subdesarrollo y dependencia:

"China no actúa como un dominador imperial, pero tampoco favorece a América Latina. Los convenios actuales agravan la primarización y el drenaje de la plusvalía. La expansión externa de la nueva potencia está guiada por principios de maximización del lucro y no por normas de cooperación. Beijing no es un simple socio y tampoco forma parte del Sur Global.
Hay que promover, entonces, otro tipo de acuerdos con China, fundamentalmente a partir de la negociación conjunta, posiblemente en el marco de organismos regionales como la CELAC."

En la segunda parte se analiza el estado actual del campo enemigo. En primer lugar, se observan los resultados adversos que las experiencias neoliberales produjeron en la región en las últimas décadas. La sumisión al gigante del Norte y la políticas aperturistas, privatizadoras y desreguladoras incrementaron las desigualdades sociales, ampliaron la pobreza y la miseria e aumentaron los problemas de seguridad:

"Con las prescripciones neoliberales, América Latina tiende a repetir su larga historia de subdesarrollo y dependencia. Durante dos siglos, esa desventura ha sido la contracara de la expansión estadounidense, que idealizan los cultores del Norte. Siempre subrayaron el contraste entre ambas trayectorias, sin notar que sus recetas consolidan esa brecha". 

En la actualidad, los exponentes de esa corriente siguen ofreciendo las recetas que fracasaron siempre en el pasado. El extractivismo minero, la primarización exportadora y la especialización en los eslabones básicos de la cadena industrial de valor, señala Katz, provocan los mismos problemas de siempre e incrementan la distancia con los centros mundiales de desarrollo. Se retrae la soberanía regional, al tiempo que se fomenta la balcanización, funcional a la estrategia de Estados Unidos en los últimos 200 años.

El siguiente capítulo está dedicado a desenmascarar a las «nuevas derechas» que se presentan con formato renovado para no hacerse cargo de los fracasos anteriores. Con un discurso xenófobo y neopatriarcal, pretenden presentarse como anti-establishment y canalizar y redireccionar el descontento social hacia las minorías y hacia los discursos globalistas de lo que Nancy Frazer denominó el «neliberalismo progresista»:

"Pero en ese combo de conceptos, la ultraderecha nunca pierde el hilo conductor de su estrategia: culpar a los más desposeídos por las desgracias que sufren los asalariados y la clase media. Esa política de enemistad con los humildes y justificación de los poderosos es el plan B del capitalismo, frente a la aguda crisis de las formas convencionales de dominación".

Luego de analizar los exponentes europeos y el trumpismo, Katz se ocupa de las singularidades latinoamericanas del fenómeno, en el que se destacan Bolsonaro y Milei, subordinados al líder del Partido Republicano, y que colocan a la región como un laboratorio de la agresión global contra las clases populares, el progresismo y la izquierda.

El capítulo 6 es fundamental porque aborda el debate sobre la caracterización de estas nuevas derechas. Descarta que el fenómeno —al menos por ahora— pueda asimilarse al fascismo del siglo XIX, y señala que tampoco es adecuado endilgarse el polisémico y elástico mote de «populismo». Más bien, sostiene, corresponde hablar de «ultraderecha»: «La especificidad de la nueva derecha puede ser percibida con aditamentos tradicionales (ultra, extrema), con complementos más innovadores (2.0), o con referencias represivas (derecha autoritaria). Pero cualquiera sea la denominación elegida, lo esencial es subrayar su posicionamiento en el campo de la reacción. El populismo es un término que solo añade confusiones».

El último capítulo de esta sección hace un repaso de las embestidas de la ultraderecha, que cosecha recientes fracasos (Bolivia, Brasil y Venezuela), éxitos (Argentina) y avances parciales (Colombia, Chile, México y Perú). Los casos de El Salvador, Ecuador y Haití, sostiene Katz, responden a improntas de otro tipo.

En la tercera parte del libro Katz presenta un balance de seis experiencias progresistas (la primera oleada de 1999-2014 y la segunda desde 2019): la Colombia de Gustavo Petro, el Brasil del retorno de Lula, la Argentina de Alberto Fernández, el México de AMLO, el Chile de Gabriel Boric y el Perú de Pedro Castillo:

"Las experiencias con la nueva oleada progresista incluyen enormes esperanzas, grandes desengaños y múltiples incertidumbres. La expectativa prevaleciente en Colombia y Brasil difiere de la evaluación de lo sucedido en México y contrasta con las frustraciones en Argentina, Chile y Perú".

En el capítulo 9, en general, se plantean cuáles son los dilemas de esas fuerzas políticas para enfrentar las debilidades estructurales y coyunturales de la región. ¿Podrá ampliarse el Mercosur? ¿Superará la CELAC el estancamiento actual? ¿Se revertirá la tendencia a la firma de tratados de libre comercio (TLC)? ¿Se enfrentará más frontalmente al imperialismo estadounidense? ¿Se revertirá la pasividad frente a China? ¿Pueden crecer las iniciativas de la CELAC social?

En la cuarta parte se analizan las alternativas políticas de izquierda, generalmente soslayadas, y los debates actuales: «Solo esas vertientes podrían abrir un curso superador de la nueva oleada de gobiernos de centroizquierda, mediante dinámicas de radicalización política. Ese curso permitiría desenvolver la perspectiva anticapitalista que requiere un proyecto emancipador». Katz sostiene que deben plantearse, sin vergüenza o culpa, las limitaciones del progresismo, sin temor a pagar los costos que implica incomodar a los aliados en la lucha contra la derecha y la ultraderecha: 

Solo encarando una acción decidida contra las capitulaciones de los mandatarios de centroizquierda se puede evitar la canalización derechista del descontento popular. Esa captura por parte de las fuerzas conservadoras es muy probable si no existen alternativas de izquierda, construidas con propuestas oportunas y factibles. Este último curso se forja en la polémica con los desaciertos del progresismo.
Katz critica la tesis del «posprogresismo» que erróneamente da por clausurada esa experiencia de la centroizquierda. La posibilidad de construir una alternativa de izquierda debe plantear a la derecha como enemigo principal y señalar que el progresismo fracasa por su impotencia para enfrentar a su adversario. Pero nunca debe asemejarse a las corrientes reaccionarias. Con esta orientación analiza los casos de México, Ecuador, Brasil, Argentina y Chile.

El siguiente capítulo está dedicado específicamente al análisis de tres países que constituyen un eje alternativo, que se diferencia de los gobiernos progresistas: Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Si bien los tres están asediados por Estados Unidos, presentan procesos muy distintos, cuyas singularidades deben especificarse. El caso de Cuba, analizado en un capítulo aparte, se distingue también de los anteriores. Enfrenta duras adversidades económicas producto de la profundización de un bloqueo que Biden no aflojó. Esta realidad enfrenta a la revolución con dilemas insoslayables. Deben profundizarse las reformas económicas que se vienen implementando desde 2011 porque las penurias pueden alumbrar nuevas protestas sociales.

La última parte del libro está dedicada a entender el estado de las nuevas resistencias populares, generalmente soslayadas en los análisis geopolíticos o que se centran en las luchas «por arriba», a nivel gubernamental o de las clases dominantes. La región sigue protagonizando sublevaciones. La rebelión en Ecuador de 2019 inauguró una nueva fase de protestas que fue seguida por manifestaciones masivas en Bolivia, Chile, Colombia, Perú y nuevamente en Ecuador, aunque la pandemia aplacó parcialmente esos movimientos. Sus resultados fueron diversos. En algunos casos, como en Bolivia, Perú, Chile, Honduras, Colombia y Guatemala, luego de las movilizaciones se impusieron nuevos mandatarios progresistas o de izquierda. En México, Brasil y Argentina, en tanto, la llegada de AMLO, el triunfo de Alberto Fernández y la vuelta de Lula no fueron resultado de grandes movilizaciones populares.

El capítulo final del libro está dedicado a la necesidad de construir un programa y un horizonte político de mayor alcance. Esto requiere, para Katz, avanzar con la integración regional, garantizar la soberanía y plantear como objetivo la lucha por el socialismo. Se necesita confrontar con el imperialismo estadounidense, negociar en bloque con China, abandonar el corsé de los TLC y abonar a la construcción de una pluripolaridad a nivel mundial:

"Ese modelo de pluripolaridad promueve contrarrestar el destructivo poder del sistema imperial que comanda Estados Unidos. Pero no restringe la batalla a una simple contraposición entre opciones multipolares y unipolares. Tampoco se limita a formular contrapuntos entre el multipolarismo progresista del Sur y el multipolarismo conservador del Norte. La tesis pluripolar cuestiona al sistema capitalista que subyace en todas esas vertientes y postula un camino socialista de erradicación de ese régimen, a través de mediaciones transitorias que enuncia de manera tentativa. Propone un rumbo para debilitar la dominación imperialista forjando, al mismo tiempo, los pilares de un futuro poscapitalista".

La lucha por una futura sociedad de igualdad, justicia y democracia, plantea Katz, requiere retomar los debates para construir un proyecto socialista.

Para terminar, el libro presenta un necesario Apéndice en el que se abordan los enigmas de la Argentina de Javier Milei. En diciembre de 2023, justo cuando Argentina cumplía 40 años del final de la última sangrienta dictadura, llegó al poder un exponente de la ultraderecha con un plan económico liberal y antiestatal, acompañado de una vicepresidenta que niega el terrorismo de Estado y que dedicó su vida a reclamar la impunidad de los genocidas. 

Repitiendo —y actualizando— los mitos neoliberales, Milei despliega lo que Naomi Klein denominó la «doctrina del shock». Atacando a la «casta», el presidente libertario logró canalizar buena parte del descontento social con los últimos dos gobiernos. Ya en la Casa Rosada, sus políticas provocan una enorme transferencia de ingresos hacia el grupo de empresarios que lo apoya y hacia el sector financiero, en detrimento de asalariados y jubilados, que sufren un desplome del poder adquisitivo de sus ingresos. La liberación de precios, luego de una inicial devaluación, más los tarifazos y los recortes de planes sociales, generaron una pulverización de las condiciones de vida de las clases populares y de los sectores medios.

En este último acápite del libro Katz analiza las singularidades del capitalismo dependiente argentino para explicar los desajustes estructurales que afectan a la economía y la actual incapacidad del Estado para arbitrar entre los distintos grupos dominantes mediante cuatro instrumentos/mecanismos: devaluación, inflación, endeudamiento público y fuga de capitales. Surgidos para morigerar la disputa entre el agro y la industria por la renta, ya no cumplen esa función, siendo ahora instrumentos autopropagadores de una crisis inmanejable. 

Milei llegó al poder al cabo de sucesivos fracasos neoliberales y fallidos neodesarrollistas. Encarna una visión muy extrema del proyecto que inició Videla, retomó Menem e intentó recrear Macri. El brutal ajuste que está llevando adelante cuenta con el apoyo del FMI y Estados Unidos, con quien Milei se alineó incluso más abiertamente que durante las «relaciones carnales» de los años noventa: «En los hechos, Milei no inventa la pólvora y su política de sumisión a Estados Unidos simplemente agrava el subdesarrollo y la dependencia. Como ya ocurrió con el Pacto Roca-Runciman, Argentina vuelve a atar su destino a una potencia en declive y las consecuencias de ese rumbo serían dramáticas para el país».

El éxito o el fracaso de este experimento dependerá de muchos obstáculos que debe enfrentar Milei, pero fundamentalmente de la histórica capacidad de organización y resistencia popular:

"La fuerza que preservan los movimientos sindicales, sociales y democráticos es el principal acervo del país y el pilar de una resolución popular de la crisis. Por esa razón, la derecha prioriza el debilitamiento de esa resistencia. Tienen muy presente la rebelión de 2001 y el duro revés que sufrió Macri cuando intentó la reforma previsional. Desde hace mucho tiempo, discuten cómo doblegar los piquetes, frenar las huelgas e impedir las movilizaciones".

Considerar este elemento es fundamental, destaca Katz, para ver si se rompe o no el empate social de las últimas décadas. La confluencia del kirchnerismo crítico y la izquierda es fundamental para darle una salida popular a un escenario político que por ahora tiene un desenlace abierto:

"Es un interrogante si Milei exhibirá la plasticidad de su ídolo carioca para adaptar su gobierno a las adversidades. Por el momento, se limita a subir la apuesta con medidas más audaces y para generar un liderazgo cohesionador de las clases dominantes. El resultado de su aventura depende de la resistencia popular. En el debut de esa agresión, la única certeza es la centralidad de la lucha para conseguir su derrota".

El libro condensa muchos años de investigación y conocimiento de América Latina. Katz mapea el estado actual de la economía, la política y las fuerzas sociales, atendiendo las mutaciones geopolíticas globales y cómo afectan a la región. Sistematiza los cambios estructurales que sufrió, las tensiones entre distintas facciones de las clases dominantes y los debates y proyectos alternativos, en el progresismo y las fuerzas de izquierda. Como es habitual en sus escritos, esta obra no responde meramente a la curiosidad intelectual y académica, sino que está concebida fundamentalmente como una herramienta para la acción política, desde la perspectiva de quienes militan para superar la dependencia regional y las difíciles condiciones económicas y sociales que hoy padece buena parte de la población latinoamericana.

domingo, 10 de marzo de 2024

Síntomas de envejecimiento imperial




Síntomas de envejecimiento imperial

Por Leandro Morgenfeld (Tektónicos)

10 marzo 2024


Una democracia anacrónica ofrece en Estados Unidos una plutocracia en manos de ancianos.


Cada cuatro años, el mundo concentra su atención en las elecciones estadounidenses. Si bien al jefe de la Casa Blanca lo eligen los ciudadanos de ese país, tiene un rol determinante en la vida de buena parte de los habitantes del planeta. Este año el proceso electoral tiene varias singularidades, pero también regularidades que vale la pena destacar y que suelen ser soslayadas. El supermartes del 5 de marzo confirmó que en noviembre va a repetirse el enfrentamiento Biden-Trump que tuvo en vilo al mundo a fines de 2020, y que terminó con la toma del Capitolio y un intento de golpe de estado. Tras esa acción violenta sin antecedentes, Trump fue sometido a un nuevo impeachment, del que salió indemne. A diferencia de 2016 y 2020, este año las primarias transcurrieron sin demasiada competencia: Bernie Sanders ya no se presenta como el gran desafiante por izquierda y Trump destrozó a sus rivales internos más fácilmente que en 2016. El jueves 7 de marzo, en el discurso del estado de la Unión, el presidente atacó a Trump y defendió su gestión, dando inicio a la fase final de una contienda que se le presenta complicada. El 5 noviembre se elegirá al presidente más anciano de la historia (el republicano asumiría con 78 años, el actual presidente con 82), y esta situación es apenas un síntoma del anquilosamiento imperial, que no logra renovar a los líderes de los dos partidos del establishment, ambos con índices de rechazo elevadísimos.  En este artículo repasamos las últimas novedades del proceso electoral, los ejes de discusión en la campaña y las perspectivas que se abren para nuestra región y nuestro país a partir de lo que ocurra en las urnas.  


Lo que hay en juego


Luego del “supermartes” del 5 de marzo, en el que 15 estados fueron a las urnas, entramos en la fase final de las elecciones primarias estadounidenses. Cada cuatro años, la carrera por el control de la Casa Blanca acapara la atención mundial. El próximo 5 de noviembre, además de la compulsa principal, se renovará también la totalidad de la Cámara de Representantes (435 escaños, hoy con mayoría opositora: 222 republicanos y 212 demócratas), un tercio de los 100 senadores (hoy con mayoría demócrata) y se elegirán gobernadores y autoridades municipales. Al día de hoy todo indica que volverá a repetirse el duelo entre el expresidente Donald Trump y el actual mandatario Joe Biden. Estos comicios se realizan en medio de una crisis que pone de manifiesto el declive sistémico que afecta el dominio hegemónico estadounidense, que ya lleva unas dos décadas, pero que se aceleró durante la pandemia. La anterior elección presidencial, recordemos, terminó en un gran escándalo: Trump no reconoció la derrota, alegó fraude y terminó impulsando a sus seguidores a tomar el Capitolio, el 6 de enero de 2021 —cuando el Congreso debía certificar el triunfo de Biden—, lo cual provocó uno de los mayores escándalos políticos de la historia estadounidense —con un saldo de varios muertos, heridos y encarcelados, además de la ruptura con su vice Mike Pence— y le valió su segundo juicio político, que sin embargo terminó no prosperando por falta de apoyo en la Cámara de Senadores. Tres años más tarde, y a contramano de todo lo que se dijo por esos convulsionados días, Trump ratificó que controla el Grand Old Party (GOP), aplastó a sus rivales en la interna republicana y, hasta ahora, superó los escollos judiciales que parecía enfrentar su candidatura (está imputado por más de 90 delitos, en procesos penales en curso, pero el lunes pasado la Corte Suprema allanó el camino para que fuera candidato). 


A diferencia de lo que ocurrió en 2016, cuando las encuestas vaticinaban su derrota frente a Hillary Clinton, hoy la mayoría de los analistas lo dan como favorito para enfrentar al octogenario Biden, quien cosecha índices de rechazo comparables a los de James Carter (uno de los pocos presidentes que fracasó en su aventura reeleccionista). Existen posibilidades de que el proceso de elección del jefe de la Casa Blanca vuelva a provocar un escándalo político-institucional como el mencionado de 2020 o como el del 2000 —cuando George W. Bush ganó por apenas 538 votos el estado de Florida, donde gobernaba su hermano Jeff, luego de semanas de controversias e impugnaciones judiciales y acusaciones de fraude electoral—, profundizando la crisis del liderazgo global que Estados Unidos padece desde el inicio de este siglo. Trump viene tensionando el sistema político estadounidense hace casi una década y todo indica que va a seguir haciéndolo. La fractura de las clases dominantes, a pesar de lo que muchos analistas auguraron, no se cerró con la asunción de Biden en 2021. 


Mitos sobre la plutocracia estadounidense


Como en cada elección estadounidense, es bueno aclarar algunos equívocos arraigados en el sentido común. Si bien los principales medios de comunicación y los políticos y propagandistas del establishment de Occidente abonan la idea y la percepción general de que Estados Unidos es una democracia modelo, en realidad ese es uno de los grandes mitos forjados en el poderoso país del norte, para consumo externo y también para reforzar su dominio ideológico, cultural y político global. 


En realidad, lo que se observa en Estados Unidos es más bien una democracia (burguesa) de baja intensidad, en la cual la participación política ciudadana está muy mediatizada. Se vota cada dos años, pero garantizando la alternancia prácticamente exclusiva entre los dos partidos del orden. En los procesos electorales hay una serie de mecanismos para que cambie algo —un demócrata o un republicano al mando de la Casa Blanca—, pero sin que nada se modifique estructuralmente. La presencia de legisladores de terceras fuerzas políticas es casi inexistente. Hace una década, por ejemplo, Bernie Sanders era el único senador independiente. Y, para dar batalla a nivel nacional, debió hacerlo al interior del Partido Demócrata, cuyo establishment lo boicoteó en las primarias de 2016 contra Hillary Clinton y en las de 2020 contra Biden. 


Desde que George W. Bush desreguló los aportes electorales privados —y de las corporaciones y lobistas— quedó más en evidencia que lo que realmente existe es más una plutocracia que una democracia. En 2010 la Corte Suprema, con mayoría conservadora, falló a favor de la desregulación de estos lobistas. En 2016, por ejemplo, se registraron 2.368 SuperPACs (Comités de Acción Política) ante la Comisión Federal Electoral, grupos de lobistas que invirtieron más de 1.000 millones de dólares en esas campañas presidenciales. Si se suman los gastos de los aspirantes a las Cámaras de Representantes y de Senadores, las cifras se disparan. La carrera para controlar el Capitolio insumió 4.267 millones, de dólares. El gasto total estimado alcanzó la astronómica cifra de 7.000 millones de dólares hace ocho años. Y sigue creciendo desde entonces. La contracara, por cierto, son las campañas del senador Sanders de 2016 y 2020, con pequeños aportes, situación que también se replicó en las de otros aspirantes socialistas democráticos (DSA), quienes recaudaron importantes cifras con cientos de miles de aportes de menos de 20 dólares. 


El sistema electoral estadounidense, además, es uno de los más anacrónicos, heredado del período esclavista: en cuatro oportunidades, no llegó a la Casa Blanca el candidato presidencial que más votos sacó, sino el que ganó en el colegio electoral, en el cual están sobrerepresentados algunos estados escasamente poblados. La última vez ocurrió en 2016: Trump ganó en colegio electoral (538 integrantes), a pesar de que obtuvo 2.800.000 votos menos que Hillary Clinton. Lo mismo ocurrió en 2000, cuando Bush le arrebató la elección a Al Gore, habiendo sacado menos votos que él a nivel nacional. Además, existen muchos mecanismos de supresión del voto. Esto quiere decir que a millones de personas —pobres, negros e hispanos, en su mayoría—, en cada elección, se les niega el derecho político más elemental: el derecho a votar (el informe de la ACLU, American Civil Liberties Union, “Block the Vote: Voter Suppression in 2020” muestra todos los mecanismos de supresión del voto, a quiénes afecta y por qué). La elección, además, se realiza en un día laborable (martes), el voto no es obligatorio y es necesario empadronarse para poder participar. En 2016, por ejemplo, de una población total de 325 millones de personas, había habilitados para votar 231 millones, pero sólo ejercieron ese derecho 137 millones. La participación fue de apenas el 55% de los votantes habilitados (en las presidenciales de Argentina, en 2019, la participación llegó al 81%). Trump, entonces, se convirtió en presidente con apenas el 27% de los votos del total de personas en condiciones de sufragar. 


La plutocracia estadounidense, con su sistema electoral obsoleto y conservador, devino en una farsa democrática, que se manifiesta en la banalización-espectacularización de la política. Trump es un objeto más de consumo por parte de los grandes medios de comunicación —con menos recursos financieros que Hillary Clinton, hace ocho años, logró mayor cobertura mediática por el rating que generaba a través de los escándalos que protagonizó durante toda la campaña—, pero él no es una rara avis. O al menos no totalmente, como pretenden mostrarlo los medios de prensa liberales. Todo aquel que siguió la transmisión de las convenciones demócrata y republicana en 2020 puede percibir cómo la política estadounidense devino en un gran show, con un contenido diluido. Y los candidatos parecen envases vacíos, a merced de que los expertos en marketing los vendan lo mejor posible a sus potenciales clientes-consumidores-votantes. Si bien este fenómeno no global, en el caso de Estados Unidos, cuna de la telepolítica desde hace 1960, esta tendencia está llevada a su máxima expresión. Con el auge de las redes sociales y de las fake news, esta tendencia no hizo sino acelerarse. 


Lo singular en estas elecciones


Lo que distingue el actual proceso de los dos últimos es que en esta oportunidad la competencia interna fue mucho menor que en las primarias anteriores. La paradoja es que esto ocurrió a pesar de que Biden tiene niveles de rechazo altísimos y de que Trump es indigerible para al menos la mitad de la población estadounidense, incluida la mayor parte de la fracción globalista de la clase dominante. Si bien falta la formalidad de ratificar ambas candidaturas en las respectivas convenciones partidarias (del 15 al 18 de julio será la Republicana en Milwakee, Wisconsin; del 19 al 22 de agosto tendrá lugar la demócrata, en Chicago, Illinois) ambos partidos ya tienen sus cabezas de fórmula.


En el campamento demócrata, sólo un declive en la frágil salud del presidente podría precipitar una “renuncia histórica” (hasta hace pocos días algunos se ilusionaron con los rumores sobre una hipotética candidatura de la popular Michelle Obama). Pero hoy esa posibilidad parece cada vez más lejana. Habrá que ver quién lo secunda en la fórmula, si nuevamente Kamala Harris, o si escucha esta vez a Bernie Sanders y se inclina por alguien más progresista, para marcar un contrapunto con Trump y energizar a una base demócrata que está bastante descontenta con su gobierno (recordemos que el voto no es obligatorio por lo cual el gran desafío del oficialismo es que quienes detestan a Trump concurran a las urnas).


Entre los republicanos, en tanto, la novedad de la semana fue el retiro de Nikki Haley, quien no pudo doblegar a los trumpistas, pero cosechó un porcentaje significativo en las primaras. En su discurso de renuncia del miércoles se negó a apoyar la candidatura de Trump, lo cual fue aprovechado por los estrategas de la campaña demócrata para llamar a sus votantes a acompañar a Biden. Trump todavía no anunció quién lo secundará en la fórmula, lo cual también es un dato clave ya que, de ser electo, terminaría su mandato con 82 años, un récord histórico para cualquier mandatario. Dada su pelea con su ex vice Mike Pence —quien también participó sin suerte en las primarias republicanas— se especula con que puede elegir una candidata mujer, que le sea absolutamente leal. Pueden ser las congresistas Elise Stefanik o Marjorie Taylor Greene, ambas ultraconservadoras, con el riesgo de espantar a los más moderados. 


Lo singular, entonces, es que volverán a enfrentarse los mismos rivales que en 2020, que ambos ya fueron presidentes y que, cualquiera de los dos que asuma, se transformará en el presidente más añoso en llegar a la Casa Blanca. Trump deberá afrontar durante la campaña varios juicios penales en su contra (sería la primera vez que asuma un presidente condenado) y debe demostrar que su movimiento Make America Great Again (MAGA) no sólo le permite conquistar el partido republicano, sino también mejorar la performance electoral de los últimos seis años. Los demócratas, a pesar de tener las encuestas en contra, destacan que ganaron en las elecciones de 2018, 2020 y 2022. Los republicanos, en tanto, saben que la clave es llegar a los 270 votos en el colegio electoral, lo cual pueden concretar a pesar de perder el voto popular.


La izquierda y el progresismo, que supo tener un peso electoral muy significativo en la última década, esta vez no pudo expresarse en una precandidatura que le dé mayor visibilidad. Siguen los debates estratégicos entre quienes se inclinan por dar la pelea dentro del partido demócrata (Bernie Sanders llama a votar a Biden para derrotar la amenaza anti-derechos trumpista, a la vez que impulsa un giro en la política económica hacia una orientación más distribucionista) y quienes plantean la necesidad imperiosa de construir una alternativa por afuera, empalmando con las luchas de los sindicatos, las organizaciones sociales, los feminismos, los estudiantes, los afroamericanos, los latinos, los pueblos originarios y las organizaciones ambientalistas, quienes protagonizaron la resistencia a Trump desde 2017. 


Temas en la agenda electoral


Entre los temas de campaña se destacan la crisis fronteriza (Trump insiste con culpar a los inmigrantes latinoamericanos por la falta de empleos y problemas de seguridad, mientras el gobernador de Texas militariza la frontera y amenaza incluso con una secesión), la economía (inflación, tenue recuperación post pandemia, estancamiento del salario mínimo, aumento de la pobreza e indigencia), la trampa en Ucrania (cada vez es más improbable un triunfo de Volodimir Zelenzky, mientras crece la oposición a seguir financiándolo) y el apoyo de Biden a la ofensiva israelí contra Gaza está generándole una creciente oposición en su propio partido, en particular entre los jóvenes (tuvo su expresión electoral en las primarias), e incluso entre un vasto movimiento de judíos progresistas, que denuncian las masacres y el genocidio contra la población palestina indefensa.


Biden, representante de la fracción globalista, despliega una fuerte defensa de la OTAN, mientras que Trump, el preferido de los sectores americanistas, nacionalistas y aislacionistas, asegura que si él hubiera permanecido en la Casa Blanca los conflictos militares en Ucrania y Medio Oriente no hubieran estallado.


Otro tema volverá a ser, sin lugar a dudas, la relación con China. El avance imparable del gigante oriental, punta de lanza del ascenso de Asia-Pacífico y del reordenamiento geopolítico global, en torno al grupo BRICS —ahora ampliado— y a distintas iniciativas de cooperación, como la Ruta de la Seda, acapara buena parte de los debates en Estados Unidos y el mundo entero. Hoy crece la percepción del declive relativo del poderío estadounidense y las discusiones entre los especialistas giran en torno a cómo se va a procesar esa transformación del escenario global. Tanto la estrategia de guerra comercial de Trump como la actual de una política neokeynesiana de Biden fracasaron en recuperar la competitividad productiva estadounidense y en frenar el imparable avance chino y asiático. Estados Unidos, salvo el músculo militar y la influencia político-diplomática, tiene poco para ofrecer. Desde el punto de vista comercial, financiero y de inversiones, incluso sus aliados de Occidente cada vez dependen más de Chica y Asia.


Un último tema será el político-ideológico-institucional. Trump continuará con su política de “demolición” de todo lo establecido —fue y es su estrategia para presentarse, sin serlo, como un outsider— y Biden intentará nuevamente, como en 2020, ofrecerse como un muro de contención para sostener las instituciones y para que no se avancen con derechos de las minorías. El tema del aborto va a ser central en la campaña. El vergonzoso giro de la Corte Suprema ultraconservadora, en junio de 2022, anuló el fallo del caso Roe vs. Wade, una resolución que en 1973 había legalizado el derecho al aborto en todo el país. Esto les permitió a los demócratas movilizar a sus bases y mejorar su suerte electoral en las últimas legislativas.   


Proyecciones


Desde 2016, en Occidente cada vez se hace más difícil aventurar los resultados de los procesos electorales. Las encuestas suelen fallar mucho más que antes, la volatilidad es mayor y las capacidades predictivas son cada vez menores. Por eso hay que ser prudentes. Falta todavía mucho tiempo para noviembre. 


Ese año casi todos planteaban que era imposible que Trump ganara las primarias, luego que eran casi nulas sus chances de derrotar a Hillary, finalmente que no iba a poder hacer lo que había prometido en la campaña. Tras su no reconocimiento de la derrota en 2020 y su impulso a la toma del Capitolio, una vez más el coro de analistas repitió hasta el cansancio que Trump estaba acabado. Otro tanto ocurrió cuando el año pasado proliferaron, en distintas cortes estadounidenses, pedidos de inhabilitación electoral. Sin embargo, el magnate probó, una vez más, que es más resistente de lo que se cree. Algo similar, en sentido, inverso, ocurrió en noviembre del 2022. Las encuestas pronosticaban una debacle demócrata y un avance ultraconservador y eso no ocurrió. El oficialismo conservó (y hasta amplió) su mayoría en la Cámara de Senadores y apenas está 10 votos abajo en la de Representantes. Se vaticinaba también que Biden no terminaría su mandato por su enflaquecida salud y hoy es el candidato oficial de los demócratas, que intentará la reelección. 


Es cierto que las encuestas no lo favorecen, que los oficialismos están perdiendo en todo Occidente desde el inicio de la pandemia y que sus balbuceos y su frágil estado de salud siembras serias dudas —ya protagonizó varios furcios, lo cual acrecienta las dudas sobre su condición mental—, pero también puede repetir el camino que lo llevó a ganar en 2020, cuando era tan mal candidato como ahora —aunque, es cierto, era cuatro años más joven y no era presidente. El tono agresivo y punzante que exhibió este jueves en el discurso sobre el estado de la Unión, en el que criticó duramente a Trump y destacó sus logros económicos, intentó relanzar su campaña, revigorizar su alicaída figura y mostrarlo competitivo. 


Epílogo: América Latina y Argentina ante las elecciones


Más allá de la alternancia entre demócratas y republicanos, los objetivos estratégicos de Estados Unidos hacia la región se mantienen desde hace dos siglos, cuando se planteó la doctrina Monroe: alejar a potencias extrahemisféricas, mantener el control del “patio trasero” y tratar de evitar que avance cualquier proyecto de coordinación política e integración latinoamericana. El llamado “gobierno permanente de las grandes corporaciones” y el complejo militar-industrial y de inteligencia y el equilibrio de pesos y contrapesos bloquea cualquier alternativa de cambio real, como la que podía haber expresado Bernie Sanders en 2016 y 2020, quien sí es muy crítico del injerencismo estadounidense. Ante cada cambio de los inquilinos de la Casa Blanca, hay más continuidades que las aparentes. Tener esto en claro es fundamental para no alimentar falsas expectativas. Ya Obama decepcionó a quienes creyeron en su promesa de 2009 de una nueva política “entre iguales” con los países de la región.


Más allá de esta aclaración, para la región no da igual Trump o Biden. Comparten objetivos, pero existen diferencias en las tácticas y las modalidades empleadas, en el uso de hard (Trump) o soft power (Biden), en apelar más al multilateralismo (Biden) o al bilateralismo (Trump) y en la retórica más o menos agresiva, por ejemplo, contra Cuba o Venezuela. Y También en las alianzas e impulso de líderes ultraderechistas. 


En este sentido, la vuelta de Trump potenciaría todavía más a las ultraderechas, como ocurrió con Bolsonaro en Brasil en 2018. Si bien el ex presidente de Brasil hoy enfrenta la posibilidad de ser juzgado por el intento de golpe de enero de 2023, todavía conserva capacidad de movilización. Trump nuevamente en la Casa Blanca implicaría un espaldarazo político-ideológico para Milei, y reforzaría a Bukele, Kast y otros exponentes de las ultraderechas reaccionarias en la región y en el mundo. Marcaría, desde el punto de vista ideológico, una reofensiva contra cualquier política económico-social incluso tímidamente igualitarista, o contra los derechos sociales conquistados o por conquistar (sindicales, de las diversidades sexuales, del aborto legal, de las luchas de los pueblos originarios por las tierras o de los ambientalistas contra el extractivismo). Cuatro años más de Trump implicarían un corrimiento todavía mayor hacia a la derecha en Occidente, y en especial en América Latina. Es cierto que el magnate no promovió los mega acuerdos de libre comercio que impulsaban los globalistas ni impulsó guerras en el extranjero. Pero el avance de la internacional ultraderechista apañada por los trumpistas y sus émulos latinoamericanos implicarían un mayor peligro para la región. La derrota de Trump, entonces, debilitaría al gobierno de Milei y a todas las fuerzas y líderes, en cada país de la región, que se referencian en ellos.


Con respecto a Argentina, hoy el gobierno de los libertarios despliega una política de alineamiento acrítico incluso más profunda que las “relaciones carnales” que se cultivaron durante el menemismo. El seguidismo a Washington es total, aunque el gobierno sea demócrata. Pero Milei no oculta su favoritismo por Trump. Incluso viajó en febrero a participar de la Conferencia de Acción Política Conservadora, oportunidad en la que se sacó una foto con el expresidente republicano, quien le prodigó halagos. En el plano interno, entonces, la reelección de Biden o el triunfo de Trump van a impactar en forma distinta. Y este es otro motivo para seguir de cerca el proceso electoral estadounidense. 

viernes, 8 de diciembre de 2023

Seminário INEU: Mesa 1 - A América Latina frente aos 200 anos da Doutrina Monroe

 


No encerramento de suas atividades anuais, o INCT-INEU promoveu, no dia 30 de novembro, o seminário internacional “Encruzilhada: América Latina frente à disputa hegemônica global", com pesquisadores brasileiros e estrangeiros que discutiram os impactos da disputa entre Estados Unidos e China para a América Latina. Acompanhe, no Diálogos INEU desta quinta-feira, a primeira mesa do evento “A América Latina frente aos 200 anos da Doutrina Monroe”, com moderação de Roberto Moll (UFF/Brasil) e participação dos professores Raúl Rodríguez (Universidad de La Habana/Cuba), Sean Purdy (USP/Brasil), Carolina Silva Pedroso (UNIFESP/Brasil) e Leandro Morgenfeld – (UBA/Argentina).

miércoles, 6 de diciembre de 2023

Serie de Conversaciones: "Cuba en la Política Exterior de los EEUU"

 

 

El Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), con el coauspicio del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), convoca a la XXI Edición de la Serie de Conversaciones “Cuba en la Política Exterior de Estados Unidos de América”, con el tema: “Evolución histórica de la cooperación bilateral oficial y no oficial entre Cuba y Estados Unidos. Su efecto para ambos países y respecto a terceros”.

El encuentro se realizará de forma presencial los días 6, 7 y 8 de diciembre de 2023 en el Teatro “Dr. C. Pelegrín Torras de la Luz”, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, sito en Calzada No. 308 esquina H, Vedado, Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba.

Día 6 de diciembre

8:15 a 9:00 am  Acreditación

9:00 am  Inauguración del  evento

9:45 am a 11:00 am Panel 1. Desarrollo de las relaciones Cuba-EE.UU. durante la Administración Biden y perspectivas para 2024.

Moderador: Ernesto Domínguez

  • Elecciones Presidenciales y el impacto de Cuba en estas con énfasis en la del 2024. William Leogrande.
  • Misinterpretations and mispercepctions undermining chances for improved Cuban-U.S. relations.  Phillip Brenner.
  • The value of official and unofficial bilateral cooperation  between Cuba and the United States. Fulton Amstrong
  • La Administración Biden y relaciones EE.UU. -Cuba. De la expectativa a la realidad a la falta de expectativa.  Raúl Rodriguez.
  • A 60 años de la primera iniciativa de acercamiento entre EE.UU. Y Cuba. Elier Ramírez Cañedo.

11:00 am   Coffee break      

11:30 am  a 14:00  Panel 2. Sectores interesados en relaciones con Cuba y su contraposición en el Congreso de EE.UU. Tratamiento del tema Cuba en Congreso. La Corte Suprema.

Moderador: Rafael Hernández

  • Cuba en el Congreso de los Estados Unidos.  Carlos Ciaño y Maira Relova
  • La política de EE.UU. y relación y solidaridad entre la Revolución cubana y Puerto Rico: un caso sui-generis.  Olga I. Sanabria Dávila
  • The Dead of Bipartisanship in creating positive alternatives in U.S. -Cuba relations.  Gary Prevost
  • Factores externos que condicionaron  los ajustes de la estrategia diplomática de Cuba en la CDH. Jorge Alejandro Cano.
  • Impacto del proceso de Bob Menéndez en la dinámica del Congreso para Cuba.  Arturo López-Levy.
  • Tendencias en torno a la polarización de la Corte Suprema e influencia en el sistema político de los EE.UU. Seida Barrera Rodríguez

14:00 Box Lunch

Día 7 de diciembre

9:00  a 11:00  Panel 3. Temas de Seguridad Nacional y en especial el migratorio durante la Administración Biden para Cuba y América Latina y su incidencia en las relaciones bilaterales. Cooperación en temas de seguridad nacional, migración, nacionalizaciones y temas legales con espacios de cooperación.

Moderador: José Ramón Cabañas

  • Politics in the Courtroom: an examination of aspects of the Helms-Burton  Act in U.S. Courts and the European legislative reaction. Foundational public policy for the act. Albert Van Lare
  • El modelo de cooperación en materia de Seguridad Nacional entre Cuba y EE.UU. : Desafíos y oportunidades. Rafael González
  • The firts casualty of U.S. economic warfare against Cuba: The international rule of law. Robert Muse
  • Increasing police repression of protected protest. Salomon Zabala.
  • Política migratoria de los EE.UU. hacia Cuba de 1994 a la fecha. Ana Valido.
  • The never-ending privileging of cubans over other inmigrants. Susan Ekstein.

11:00 a 11:15 Coffee break

11:15 a 12:30 Panel 4. Balance de los intercambios recientes entre Cuba y Estados Unidos. Potencial para la comunicación en diversos sectores.

Moderadora: Olga Fernández (ACC)

  • Cuba’Energy Sector: Landscape, Assessment and recomendations. Dan Whittle, Korey Silverman-Roati y Jeffrey Fralick
  • Logros, obstáculos y política en el intercambio académico de los EE.UU. y Cuba. Rainerd Schultz.
  • International colaboration on coral reef conservation. Special focus on the  Bojeo to Cuba. Valeri Miller
  • Bojeo a Cuba. Ciencia y comunicación de alcance internacional. Fabián Pina Amargos.
  • El Intercambio Científico entre Cuba y EE.UU.  Sergio Jorge Pastrana

12:30 a 14:00 Panel 5. Visión de los jóvenes para incentivar el mejoramiento de las relaciones entre Cuba y EE.UU.

Moderadora: Claudia Sánchez Savín

  • Balance de los intercambios juveniles Cuba-EE.UU.. Construcción de un futuro de paz (2022-2023). Emily Puisseaux Moreno y José Luis Salmón Soriano.
  • Oportunidades de colaboración entre la comunidad universitaria cubana y la estadounidense. Nachely Guedes Pérez y Karla Oliveros Pérez
  • A transnational battle of ideas led by Cuban and american youth to combat disillusioment, artificial, isolation, and mutual misunderstandings. Avery Hudson
  • El presente nos prueba y el futuro nos reflejará. Sarah Abdulrahim Almusbahi y Joyce Nzengolo Malanda
  • La política migratoria de EE.UU. hacia Cuba y su impacto en la sociedad cubana. Karla Pérez Rodríguez y Ana Beatriz Oliva Orraca
  • Optimizing cultural exchange within existing academic exchange programs via sports diplomacy: encouraging old and methods of  the people  to people approach. Nicole Rivas

14:00  Box Lunch

15:00 Actividad colateral en Casa de las Américas: Presentación del libro de Susan Ekstein “Cuban Privilege. The Making of Inmigrant Inequality in America”.

Día 8 de diciembre

9:30 a 11:00  Panel 6. Perspectivas para las elecciones generales de 2024. Tendencias de comportamiento de cubanos y otras minorías. Su impacto en la política hacia Cuba.

Moderador: María Ofelia Rodríguez Soriano

  • Opiniones de los votantes registrados cubanomericanos hacia algunas políticas claves que guían relaciones entre EE.UU. y Cuba. Guillermo Grenier.
  • Cambios en los patrones y medios de la migración cubana hacia EE.UU.  Ernesto Castañeda.
  • Los cubanos en Estados Unidos. Jesús Arboleya Cervera
  • Latinos en Estados Unidos. Antonio Aja
  • Percepciones de los cubanos sobre la política de comunicación hacia los EE.UU. Sunami Fabelo y Olga Rosa González Martín

11:00 a 11:30 Coffee break

11:30 a 14:00  Panel 7. Influencia de procesos en América Latina y otras regiones para las relaciones bilaterales entre Cuba y EE.UU.

Moderador:  Rogelio Sierra

  • 200 años de la Doctrina Monroe.  Leandro Morgenfeld
  • América Latina ante la alternativa de gobiernos y la emergencia de nuevas potencias al orden global: Adiós a Monroe? Pavel Alemán
  • La triangulación Cuba-UE-EE.UU.: Retos y potencialidades de una relación constructiva. Raynier Pellón.
  • Cuba en el punto de mira de la vocación imperial estadounidense, Interés estadounidense por Cuba.  Dino Allende
  • Peligros de la deuda de consumo en la economía de EE.UU. David Katz
  • The intersection of Cuban and Irish nationalism in 19Th century. New York. John McAuliff
  • Las relaciones Cuba-Italia en el marco del triángulo trasatlántico. Los vínculos entre Cuba y Estados Unidos como factor condicionante. Claudia Sánchez.

14:00 Box lunch

Fin del evento.

¿Cómo conectarse al evento?

  • Para participar en el plenario:

Abrir el siguiente URL: https://videoconferencia.etecsa.cu/c/cuba-eua y descargar la aplicación. Una vez descargada, volver a acceder al mismo URL; automáticamente su dispositivo abrirá la videoconferencia con la aplicación descargada.

Para escuchar las traducciones de los idiomas inglés o español deberán abrir en otro dispositivo los siguientes links:
Inglés: https://videoconferencia.etecsa.cu/c/en-cuba-eua
Español: https://videoconferencia.etecsa.cu/c/es-cuba-eua

  • Para seguir la transmisión a través del canal de Youtube del CIPI:

Acceder al siguiente enlace: https://youtu.be/ufI6hky4K3E